by RA 10 (Enero 2013)
Durante muchos años había tenido una gran responsabilidad, el trabajo lo era todo, y su presencia en el banco, imprescindible.
En pocos meses su vida había dado un brusco giro, y ahora el único banco que frecuentaba era el del parque situado frente a su nuevo hogar.
Siempre había sido un malabarista de números, sabía manejarlos delicadamente para que encajaran. A menudo, incluso los buenos amigos recurrían a su privilegiada cabeza para pedir consejos gratuitos pero acertados sobre inversiones. Y ahora las únicas cifras que maneja son las de su despertador, que duerme junto a Él sobre la acera. No consigue dormir si no ha puesto en hora ese pequeño aparato que le avisa de que un nuevo día empieza.
¿Será la fuerza de la costumbre… o simplemente una manera de seguir conectado al mundo real, a esa otra vida que se torció?
Tal vez, las diez y veinte sea una buena hora para empezar una nueva e irreal vida.